lunes, 15 de octubre de 2007

La Educación en Derechos Humanos, una contribución al desarrollo personal y humanitario

THE EDUCATION IN HUMAN RIGHTS, A CONTRIBUTION TO THE PERSONAL AND HUMANITARIAN DEVELOPMENT

Nora Edith Lezcano. Abogada. Mediadora. Docente Universitaria. Especialista en Medios Alternos de Resolución de Conflictos por la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires – Argentina, Postgrado en Política y Legislación Ambiental por la Facultad de Ciencias y Tecnologías por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, Perfeccionamiento en Administración, Marketing y Legislación Empresarial por el Centro de Protección de la Mujer, Docente Universitaria habilitada por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Nuestra Señora de la Asunción, Catedrática de la Universidad UNIDA e UNIBE en las materias de Comunicación y Negociación, Resolución de Conflictos y Toma de Decisiones, Introducción al Derecho y Gestión y Elaboración de Proyectos Sociales, Instructora en Derechos Humanos por la Defensoría del Pueblo, Certificada Académicamente en Junio de 2007 por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, IIDH de San José – Costa Rica, por el trabajo académico presentado en el marco del XXIV Curso Interdisciplinario de Educación en Derechos Humanos. Cursando la Maestría en Ciencias de la Educación en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional. Voluntaria del proyecto brasilero Pescar, dentro del programa de responsabilidad empresarial ejecutado por la empresa Luminotecnia, desarrollando el tema de Comunicación Interpersonal, Asesora Jurídica y Técnica de GLOBAL…Infancia.

RESUMEN
El presente trabajo busca con sus planteamientos y preguntas, generar la reflexión a través del método de análisis para la toma de conciencia de qué implica asumir con responsabilidad y coherencia la noble tarea de ser educador y educadoras de derechos humanos, y con ello, contribuir a la tarea de lograr el desarrollo personal y humanitario de los educandos y de los mismos promotores y promotoras de los derechos humanos.

SUMMARY
The present work seeks with his expositions (approaches) and questions, to generate the reflection across the method of analysis for the capture of conscience of what implies assuming with responsibility and coherence the noble task of being educators of human rights, and with it, contributing to the task of achieving the personal and humanitarian development of the pupils and of the same promoters of the human rights.

INTRODUCCIÓN

Cuando nos referimos a la Educación en Derechos Humanos (EDH), podemos deducir naturalmente que existen tres palabras que definen su estructura, ellas son:

.- la educación;
.- los derechos y
.- lo humano.

Podríamos pensar fácilmente entonces, que es una educación encaminada a dar a conocer los derechos que como seres humanos detentamos; sin embargo esto no es tan simple, por qué, porque estamos construyendo un camino, en el cual la educación en derechos humanos no está naturalizada, sino que debe ir ganando espacio y convertirse en explícita en los sistemas educativos formales y no formales.

A su vez, veremos que la EDH tiene sus propios principios, objetivos, y contenidos, los cuales pretenden el desarrollo integral de la persona en su contexto individual y colectivo, respetando su dignidad como tal.

Se presentarán cuáles son los principios, objetivos, contenidos, qué pedagogía sustenta su metodología, quiénes son sus sujetos, que evaluación propugna, y qué desafíos presenta la EDH en la actualidad para que se desarrolle plenamente y así como la manera en la que contribuye al desarrollo personal y humanitario.

DESARROLLO

Objetivos de la EDH

¿Cuánto más sabemos, más responsables nos debemos hacer de nuestras conductas y actitudes que tengamos con las demás personas?

¿El conocimiento nos hace más conscientes de cuál es el proyecto de vida que debemos edificar, o simplemente es una acumulación de datos sin significado que nada tiene que ver con la contribución a un mundo que se caracterice por ser más humanizado?

¿Los sujetos contribuimos en algo para que merezcamos ser llamados personas, lo cual trasciende la designación de ser hombres o mujeres, y de esa manera, asumimos la grandeza que conlleva ser y crecer como personas?

La Educación en derechos humanos trata de formar personas:

-que se desarrollen en autonomía, reconociendo su poder personal y afiancen su autoestima;
-que tomen conciencia de sus derechos y sus responsabilidades;
-que asuman qué implica ser agente multiplicador en el empoderamiento de otros y otras, para que conozcan sus derechos, identifiquen situaciones de vulneración y conozcan mecanismos de exigibilidad;
-que incorporen y ejerciten valores que sustentan el respeto, la garantía y el ejercicio real de los derechos humanos;
-que reconozcan su responsabilidad en la elección y construcción de su destino personal y colectivo;
-que se reconozcan en su diferencia y singularidad;
-que sean críticas y creativas, capaces de cuestionar la realidad, observando y propugnando alternativas de cambios reales;

Contenidos de la Educación en derechos humanos

¿Nos aseguramos que nuestra retórica coincida con nuestra praxis, o simplemente acumulamos conocimiento, con la simple vanidad de sobresalir, sin importar el por qué, ni el para qué, basándonos en el principio de la competitividad, donde ni importa el cómo, si el fin lo justifica todo?

“Educar en y para los derechos humanos, implica formar personas concebidas como sujetos de derechos y por tanto estimular valores; propiciar la crítica a través del análisis, reflexión y búsqueda de alternativas; provocar la organización y vinculación comunitaria; en fin, crear las condiciones para la producción de saberes desde la coherencia actitudinal (cognitiva, afectiva, comportamental)” [1].

Es importante seguir filosofando sobre el por qué, el para qué, y el hacia el dónde nos conducen o qué impactos producen nuestras acciones, siendo sinceros y sinceras, e identificando cuál es la esencia que tiñe nuestro proceder.

Desde la conceptualización y alcance de lo que implica la EDH, se pueden considerar sus múltiples dimensiones:

Dimensión corporal: “la EDH debe reconocer la integralidad humana y su constitución corpórea. Es el cuerpo el punto mediano entre lo espiritual y lo material, entre las aspiraciones y la materialización de las mismas; es nuestra naturaleza física la que nos permite realizar las funciones más extraordinarias como la expresión y la creación”[2].

Es así que nuestra corporeidad nos permite no solo existir en el mundo, sino también existir en comunicación con las demás personas, y desde la EDH, esa comunicación debe ser aquella que invite al relacionamiento respetuoso, amigable, tierno, que implique una cercanía agradable, con contenidos llenos de buenos tratos y con lenguaje afable, considerando la expresividad y los silencios como oportunidades únicas que evoquen en todo momento el respeto hacia los demás.

Dimensión racional: “la EDH debe poner énfasis en la reflexión, en lograr, en colectivo, una conciencia crítica, inspirar una reflexión filosófica y ética de la vida cotidiana que permita releer la realidad desde la utopía, generando una mística por la vida, por el género humano y su felicidad”[3].

Es necesario por tanto, concentrarnos no solo en la transmisión de contenidos e informaciones, sino más bien en motivar la capacidad de reflexión y construcción de pensamientos propios de cada educando, con fundamentos válidos, respaldados en el ejercicio del derecho a la esperanza, que es responsabilidad nuestra vivenciarla desde el aporte individual y desde el colectivo de personas, que deben creer en las infinitas posibilidades de crear realidades de contextos más habitables, es decir, más humanos.

Aquí por tanto, vemos que el conocer es PODER, pues empoderando a los demás, le hacemos percibir una realidad que no debe ser resignada, sino que puede y debe ser cambiada por todos y todas, es por ello, que se habla de la EDH con una función transformadora de la realidad.

Conocer es empoderante, debido a que permite desarrollar habilidades, y potenciar nuestro ser para transformar el medio y con él, a su vez transformarnos.

El conocimiento, así concebido es como un despertar para ver las cosas con nuevos ojos, nuevas ópticas, que nos invita a cambiar nuestros paradigmas, por paradigmas que reconozcan que cada encuentro de personas es un encuentro interpersonal, que nos ubica en una oportunidad trascendente de contactos positivos y que con ello, el conocimiento adquiere importancia y por ende significación, lo qué implica la responsabilidad de poner nuestro conocimiento al servicio de otras personas, respetando que somos iguales en dignidad y en derechos, como proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Dimensión emocional: “esta dimensión se manifiesta de compromisos totales que establece el ser humano con una fe, una religión, una filosofía, una vocación. El ser humano se manifiesta espontáneamente, de allí que los sentimientos, los deseos, motivaciones y preferencias personales interactúan con toda la riqueza acumulada por la experiencia.

Como educadores y educadoras en derechos humanos debemos, pues, darle cabida a las intuiciones y sentimientos propios y ajenos en torno a una determinada situación; revalorizar el componente afectivo de las actitudes, el cual será, en última instancia, el que movilice, desencadene acciones conducentes a fortalecer una creencia (Cfr. Olguín, sin fecha)”[4].

No podemos pretender entender aquello que primero no podemos sentir, y tampoco lo transmitiremos de manera convincente, pues los primero convencidos en conocimiento y en sentimiento, debemos ser aquellos que nos hemos dado en llamar educadores y promotores de derechos humanos.

Dimensión valórica: “Si entendemos la sociedad como producto de la acción social de múltiple actores, aceptamos que está orientada por objetivos, conocimientos, intenciones y proyectos que dichos actores formulan y mantienen gracias a que los grupos sociales convienen en otorgarle valor. Los valores, en este sentido, se integran en un sistema ideológico y son capaces de suscitar una considerable motivación a la acción. Los derechos humanos como eje valórico, es el reflejo de ese ideal colectivo y democrático, no confesional ni religioso pero sí político, entendiendo la política como la búsqueda del bien común. De aquí que muchas veces se opta por sinonimizar “educación valores” y “educación en derechos humanos”, prefiriendo este último ya que esta nomenclatura nos ayuda a identificar claramente sus contenidos y finalidades (Cfr. Rodino, sin fecha a)”.[5]

Dimensión intencional: cualquier tipo de educación nunca es neutral, siempre persigue la construcción de un tipo de persona y de sociedad que aspira alcanzar, por ende, siempre está conducida a una finalidad, por ello es direccionada e intencional.

La intención explícita de la EDH como ya se ha mencionado, es lograr el desarrollo integral de la persona, y el respeto de su dignidad, buscando que las mismas asuman la importancia del alcance social y jurídico de la implicancia de ser sujetos sociales de derechos.

Se busca también poner en la agenda común aquellos temas que fueran marginados, y de esa manera, generar crisis en los sistemas tradicionales y convencionales de cómo fueran tratados y/o negados en el pasado.

Sujetos de la EDH

Los sujetos de la EDH son los protagonistas de la ecuación: “educación-aprendizaje”, pero sus roles no son fijos, son compartidos y mutables, lo que significa que quienes pretendemos enseñar, también aprendemos de los educandos, quiénes a su vez aprenden y también nos enseñan.

El ejercicio de tales roles debe ser desarrollado desde una visión crítica de las propias acciones y omisiones, cuestionando nuestra realidad en la realidad, asumiendo una actitud de auto vigilancia, para definir en qué medida nuestro discurso en cuento a sus contenidos, refleja verdaderamente nuestras intenciones y sentimientos.

“Siendo que nuestro trabajo lo desarrollamos entre gente, tenemos que tener en cuenta que siempre vamos a ser el centro de atención de muchas personas. De allí la importancia de velar, en todo momento, por nuestra coherencia y congruencia, desarrollando la capacidad para entablar relaciones creativas con los y las demás. Debemos ser ejemplo en discurso y práctica”[6].

De esa manera la EDH cumple una función emancipadora, nos exige la integración afectiva, ética e intelectual de la personalidad.

Principios pedagógicos de la educación en derechos humanos

El principio de integración: se pretende que los temas y contenidos de los derechos humanos forman parte integral de los programas de estudio, se integran a ellos, son parte de ellos. Se trata de integrar los contenidos, los objetivos y la pedagogía de la EDH a dichos programas, pero me manera coherente y no circunstancial.
El principio de recurrencia: hace referencia a los aprendizajes obtenidos de prácticas cotidianas, pero de manera recurrente y no esporádica.
El principio de coherencia: ¿Si nos encontramos en la noble tarea de ser promotores de Derechos Humanos, independientemente de la estrategia que empleemos, estamos o debemos estar atentos a la coherencia que debe haber entre nuestro discurso y nuestras conductas? Es por ello, que se busca trascender la mera exposición discursiva y avanzar hacia prácticas que exterioricen armónicamente el contenido de tales discursos.
El principio de apropiación: tiene que ver con aprehender de los contenidos y de los ejemplos que propician la enseñanza del respeto y la reivindicación de los derechos humanos, para que el educando interiorice dichos contenidos no desde la imposición, sino desde la convicción, no desde la obligación, sino desde la responsabilidad y el compromiso social. La apropiación de tales contenidos, invita a los educandos para que analicen sobre sus actuaciones, a la luz de la EDH, propiciando la modificación de aquello que lo amerite, y fortaleciendo aquello que dignifica su ser y el ser de las demás personas.

El pedagogo brasilero Paulo Freire, en su pedagogía del oprimido, sostiene que las personas a través del diálogo aprenden y toman conciencia de que son sujetos de derechos y aprenden cómo trabajar por su propia “liberación”, es decir, la EDH, según este autor, basa su enfoque en no solo proporcionar conocimientos a los oprimidos, sino también en vincular el proceso de aprendizaje con el uso social real de conocimiento como herramienta de empoderamiento.

La EDH debe sustentarse en una pedagogía problematizadora, pues al admitir la existencia de problemas de la vida persona y/o colectiva se pueden avizorar alternativas de solución y aprendizajes venidos de dichas problemática, donde el diálogo se construye desde el disenso y el respeto de la diferencia.

La evaluación de la EDH

Evaluación de resultado y de proceso: significa no solo buscar conseguir la aprehensión de contenidos, sino valorar el proceso seguido para el logro de dicho aprendizaje. Se debe considerar, por ejemplo, si los educandos y educandas son personas más sensibles en cuanto a la problemática social y si han desarrollado actitudes humanas de compromiso.

La evaluación como un ejercicio de investigación de la práctica docente: se entiende que el ejercicio del rol del docente, debe ser una práctica de auto evaluación y coevaluación, propiciada desde sus mismos colegas, así como de sus propios alumnos y alumnas, con el simple ánimo de profesionalizar la práctica docente, con la finalidad de ponerse al servicio de la aspiración de la sabiduría de su propia persona y la de sus educandos, la cual trasciende el mero conocimiento, pues tiene que ver con éste y la transformación positiva de la realidad y la asunción de tal responsabilidad.

El sentido ético de la evaluación: se pretende considerar criterios éticos a la hora de diseñar instrumentos de evaluación que permitan evaluar al alumno y a la alumna, respetando sus propios ritmos de aprendizajes, desde una individualidad construida en interacción con lo colectivo.

La urgencia de un nuevo lenguaje en al trabajo en derechos humanos

La exteriorización de nuestro lenguaje, expresa nuestras ideas, por tanto, un lenguaje atomizado, cargado de contenidos discriminatorios, peyorativos, acusadores y prejuiciosos, nada tendrán que ver con la proclama de los derechos humanos, sino más bien responderían a su negación.

Con la palabra damos vida a nuestras ideas, podemos convencer a los no convencidos y fortalecer a los que ya lo están, por ende nuestro lenguaje verbal y no verbal debe propiciar el acercamiento, el entendimiento, el respeto, la consideración, evitando la exclusión, es decir, debe ser un lenguaje que evite herir.

Debe ser un lenguaje esperanzador, prometedor, anunciador, motivador, propiciante de la creencias de utopías que se transformen en realidades palpables, un lenguaje entendible, amoroso, que conecte la razón con el corazón, que trasmita reflexión, más que imposición.

Es un lenguaje que posibilite tejer puentes entre las personas, que transitan el camino de la búsqueda de sus propias conquistas, empoderándose con la adquisición de aprendizajes significativos que le permitan construir la afirmación de sus identidades desde el ejercicio real de la autonomía y la libertad.

Como educadores de Derechos Humanos, debemos auto evaluar la interacción que tengamos con nuestro entorno más inmediato, lo que implica tomar conciencia de la forma en que tratamos a las personas que nos rodean, cómo las hacemos sentir, y cómo nos sentimos a partir del trato que infrinjamos.

Analizar nuestras actuaciones, desde los prejuicios que responden a limitaciones personales y experiencias que aún debemos procesar, superando aspectos negativos de nuestra historia de vida, que bloquea nuestra verdadera comunión con las personas.

Debemos recordar que amamos en la mediada que nos amamos, pues nadie puede dar de sí aquello que no detenta en su interior. Por tanto, como afirma Eduardo Savater, “nos hacemos humanos entre humanos”, y al superar nuestros complejos personales, nos abrimos en el encuentro con el otro, con la otra, y con nosotros mismos.

CONCLUSIÓN

Los desafíos del trabajo en derechos humanos

- Recuperar la visión integral de los derechos humanos: pues los derechos humanos son un referente socio-jurídico, que permiten hacer frente a sistemas verticalistas que niegan los principios democráticos.

Como afirmaba Sócrates no hay “hombres malos, hay hombres ignorantes”, parafraseando esta afirmación considero que las personas cuanto más conocen sus derechos y responsabilidades, menos vulnerables deben ser y por ende, no deberían vulnerar los derechos de los demás.

- Estructurar un discurso convocante: pero desde la práctica que evidencie claramente la coherencia de sus contenidos. Buscando alternativas a la solución de los conflictos, desde el consenso que parta del disenso respetuoso.

- Priorizar la educación como formación de conciencias: ¿De qué manera el aspecto axiológico de nuestro ser aflora y se fortalece en todo este proceso de asumir la toma de conciencia y llevar a la práctica lo que propugnamos y proclamamos en la Educación en Derechos Humanos?

La finalidad del presente trabajo es que cada uno y cada una, en el interior de sus propias conciencias se auto convoque a mejorar las condiciones de habitabilidad en su ambiente más próximo, que excede el mobiliario, más bien, tiene que ver con las siguientes palabras simples HUMANIDAD HUMANIZADA, pareciera una reiteración, pero sin embargo, busca llamar doblemente la atención significativa.

Pero la práctica coherente aquí propuesta debe tener un enfoque integral, donde evoque todo nuestro ser, donde se reflejen nuestros sinceros propósitos de entender que promoveremos el cambio de la violación de los Derechos Humanos a un cumplimiento de los mismos, no por imposición, no conveniencia, sino por CONVICCIÓN.

Esa convicción implica estar convencidos y convencidas de que nuestra tarea, función, rol o trabajo, debe ser una vocación, que de acuerdo a su significación etimológica es un llamado a ejercer la proclama de la exigibilidad del respeto de los Derechos Humanos siendo los primeros y primeras en respetarlos.

Entonces lo expresado hasta aquí desemboca en pensar entonces que esta es una reflexión ética, yo afirmo que sí, es sobre ética….también, pues la ética estudia los actos morales de las personas y tanto la ética, como la moral tienen que ver con las costumbres y la costumbre se dibuja en una tramada continua de prácticas que se convierten en hábitos, y si el hábito hace al monje, entonces habrá que prestar mucha atención a qué hábitos nos edifican como personas que respetamos verdaderamente y en todo momento los Derechos Humanos.

Si el hábito de nuestras acciones son negativas, por ende contrarias al respeto de los Derechos Humanos y nos escudriñamos en ellas al decir: “yo siempre fui así”, “no puedo cambiar”, “la gente tiene que saber que no soy una mala persona, solo discrimino a veces, solo grito a veces, solo vulnero a veces los derechos de los demás, solo maltrato a veces,….” Y con esa expresión de “a veces”, pareciera que nos autolegitimamos para convertirlo entonces en un “siempre”, pues por los frutos los conoceréis…, y por la exteriorización de sus acciones las personas demuestran y evidencian los verdaderos contenidos de sus ideas y de sus sentimientos.

Pero en relación también a lo expuesto en el párrafo anterior, dirían algunas personas pero “yo hago mi trabajo, porque promuevo los derechos humanos, hago que la gente conozca cuáles son sus derechos, sólo que no me interesa involucrar mis sentimientos, ni cambiar mi actitud”, pero entonces, ¿dónde está tu ética en la EDH querido y querida promotor y promotora, educador, educadora de derechos humanos?

Finalmente o mejor dicho principalmente, no se pueden asumir el liderazgo de cambios que no se transitan internamente, debemos estar convencidos para convencer a otros y otras, pero desde la acción, no solo de la mera retórica, pues estamos hablando de educar desde la proclama, y también desde la práctica.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.- Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006.
2.- Autores Varios, Luís De Gasperi, Revista Jurídica Universidad de la Integración de las Américas, UNIDA, Asunción, Paraguay, 2ª edición, 2006.
3.- Freire Paulo, Pedagogía del Oprimido, Montevideo, Uruguay, 1ª edición, 1970.

[1] Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006
[2] Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006

[3] Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006


[4] Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006

[5] Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006

[6] Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela, 1º edición, 2006

La Educación en Derechos Humanos. Más allá del aprendizaje y de la enseñanza...es una cuestión de Práctica


Los Derechos Humanos (DDHH) son principios inherentes a la persona que posibilitan el reconocimiento y la protección de la dignidad humana, limitan el poder estatal y cuya existencia se reconoce incluso antes de la existencia misma del Estado.

La Educación en Derechos Humanos (EDH), incluye al derecho a la educación, pero va más allá, implica la posibilidad de conocer nuestros derechos y por ende exigirlos, para ello debemos reflexionar con un análisis crítico cuál es el rol que desempaña actualmente la educación, e ir más allá de su mera función instructiva e informativa, pues si bien la EDH se nutre de la capacitación y de la formación, su intencionalidad es la verdadera vigencia y vivencia de los DDHH.

La plena vigencia de los DDHH asegura la construcción de una ciudadanía, el mejoramiento de la calidad de vida y el desarrollo de una democracia participativa real, en base al reconocimiento y respeto de la dignidad humana.

Según Paulo Freire” la educación en y para los DDHH debe ser entendida como una práctica social que aborde el desarrollo integral de la persona en todas sus dimensiones”, es decir, al conocer nuestros derechos (saber), nos permite ejercerlos en la práctica (hacer), y adecuar nuestras actitudes (ser), para ser personas más humanas…

Si bien el pleno ejercicio, y respeto de los DDHH es considerado muchas veces como una utopía, nos dibuja el marco de una realidad que puede ser construida, con el conocimiento, la exigencia y el compromiso de hacerlo posible.

Como afirma Eduardo Galeano, al referirse a la utopía, en su libro “Las palabras andantes”: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué me sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.”

Debemos ir construyendo el camino de una realidad en donde cada persona mejore su calidad de vida, y sea respetada por el hecho de ser persona, y valorada en su dignidad.

En este sentido, el papel de la EDH debe ser el de despertar conciencia y dar herramientas prácticas para que los educandos y los educadores en cada encuentro educativo formal o no formal , asuman un rol más activo para una incidencia mutua en cuanto a que conocer es poder, entendido como la capacidad de cambio positivo en las personas y por ende que asegure el mejoramiento del funcionamiento de las estructuras organizacionales tanto públicas como privadas; porque como dice Fernando Savater: “Nos hacemos humanos entre humanos”.

No podemos sólo reconocer la existencia de los DDHH en la relación persona – Estado, ante una situación de violación y la consecuente reivindicación de la restitución del derecho, porque los Derechos Humanos trascienden esa relación.

Los DDHH nos deben permitir ser Mejores alumnos/as, Mejores docentes…, Mejores ciudadanos…., en definitiva Mejores personas en dignidad y en derechos.

La EDH es así entendida como un medio y una finalidad en sí misma, para pensar y repensar nuestra co-responsabilidad de hacer posible la inclusión de sectores excluidos, y vulnerados y dejar de lado la idea de que el conocimiento es solo patrimonio exclusivo de unos pocos afortunados/as.

Todas las personas somos sujetos sociales de derecho y en los múltiples roles que asumimos en nuestra vida, debemos hacer un análisis a la coherencia existente entre el saber, el ser y el hacer, como expresa Freire: “Hay, sin embargo un mínimo tolerado para la coherencia. Yo no puedo proclamar mi opción por una sociedad justa, participativa y, al mismo tiempo, rechazar a un alumno que tiene una visión crítica de mí como profesor”.

Educar en y para los derechos humanos, permite convertirnos en seres sabios y sabias, porque vivenciamos nuestros máximos saberes, transcendemos las simples retóricas de los discursos, y convertimos a los derechos humanos en prácticas visibles.

Todo lo expuesto precedentemente será posible, al universalizar la EDH, que busca que todas las personas conozcan sus derechos, participen del desarrollo de la democracia, entendida como una práctica, y se responsabilicen de la construcción y aplicación de alternativas no violentas de administrar los conflictos, para asegurar la consolidación de la paz, sostenida por una cultura solidaria, en la cual confiemos en el otro y en la otra, como seres capaces de mejorar nuestra calidad de vida, desde el respeto de nuestros derechos.

Pero, en todo este análisis, cuál es el papel que debe asumir el Estado.

El Estado es el responsable de asegurar la promoción y la protección de los derechos humanos. Dicha responsabilidad no puede quedar limitada a la sola firma y ratificación de los instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos, ni a la mera adecuación normativa del derecho positivo nacional, sino que debe posibilitar la existencia y/o creación de políticas públicas que si lo hagan posible.

Sobre todo ha de tenerse en cuanta que la primera dificultad que debe ser abordada como política estatal, es la de asegurar la accesibilidad de todas las personas a la educación.

La necesidad de incorporar la EDH al ámbito formal de manera transversal, obliga a revisar y reformular los contenidos curriculares desde espacios participativos, invitando a el involucramiento de todos/as sus protagonistas.

“Dicha revisión curricular exige relacionar la temática de derechos humanos como con contenidos programáticos, incorporar algunos temas específicos de derechos humanos como unidades didácticas y como actividades extracurriculares e identificar nódulos existentes en el currículo oculto o cultura escolar vinculados a los derechos humanos o derechos del niño (Cfr. Magedzo, sin fecha b)”.

Hacer de nuestra realidad una realidad utópica desde el ejercicio pleno de los derechos humanos, es posible, es necesario para ello hacer un análisis exhaustivo sobre la manera en qué incidimos desde nuestros roles como docentes, o como educandos, posibilitamos que eso real.

Si tenemos que exigir, exijamos una vida mejor, de eso depende cuáles sean nuestras acciones y/o también nuestras omisiones.

Debemos saber que generar cambios positivos no sólo es responsabilidad del Estado, también es nuestra responsabilidad como sujetos de derecho reclamar y proclamar que seamos respetados como tales.

Pensemos que para que puedan avizorarse cambios en el mundo, deben priorizarse los cambios positivos en las personas, como titulares de derechos que deben ser respetados y garantizados, recordemos que los cambios estructurales necesitan primero de cambios personales y la Educación en Derechos Humanos, es la herramienta necesaria y válida para efectivizarlos

Bibliografía

1.-Coordinadora Derechos Humanos Paraguay, Derechos Humanos en Paraguay 2005, Asunción, Paraguay.2005.

2.-Autores Varios, La Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal) y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Educación en Derechos Humanos, La Universidad por la Vigencia efectiva de los DERECHOS HUMANOS, Caracas, Venezuela. 2006.

3.-Saldivar Insfrán Linneo, Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. – Asunción, Paraguay. 2002.

4.-Instituto Interamericano de Derechos Humanos, XX Curso Interdisciplinario en Derechos Humanos: Educación en Derechos Humanos. San José, Costa Rica. 2002.

5.-Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Fundación Ford, Experiencias de Educación en Derechos Humanos en América Latina. San José, Costa Rica. 2000